Te marchaste,
y te llevaste contigo
mi roto corazón y mi vida,
mi ayer y mi amanecer.
Y nos dejaste,
en la pradera de la zozobra,
en el umbral de la partida,
en un oscuro otoño de atardecer.
Pero hoy, desde la sombra de tus nubes,
nos guiaras por campos de trigo y reverdecer.
Abrirás mis ojos ante la injusticia,
ante el arte inédito del querer.
Nos harás sentirte entre las sombras,
entre el divino arte del emprender…
Escucharemos tu canto entre las alondras,
entre la sonrisa alegre de tu descender…
Vuela alto, vuela quieto,
no olvides nuestro nido ni alborecer…
Recuerda siempre cuánto te amaremos,
y cuan difícil será renacer.