Lo que esconden mis ojos

Lo que esconden mis ojos,
mi centurión,
no son lágrimas ni pitañas…
no son besos ni carmín…

Lo que esconden mis ojos,
mi centurión,
no son simas ni patrañas…
no son egos ni postín…

Lo que esconden mis ojos,
mi centurión,
no son dádivas ni artimañas…
no son aviesos ni cotín…

Te acurruqué en aras de mi templo.
Te mostré el mundo desde mi bastión.
Te sumergiste en las aguas de mi estero.
Te convertí en el sentido de mi convicción.

Lo que esconden mis ojos,
mi centurión,
más allá de las barañas,
más allá de esta prisión,
no son más que una azarosa
e infausta desilusión.