No soy más que una muñeca de trapo
llena de pespuntes amargos…
No soy más que esa vasija de barro
abandonada en la balda o en un peldaño…
No soy más que cieno, ni siquiera fango…
No soy más que un trapo, un inútil ñango…
Tú que empezaste el anhelo,
el deseo y el canto…
Me abandonaste cuan perro,
en la calle del fandango…
Hoy ya no quiero ver tus ojos,
ni tú los míos, por si acaso…
Por si acaso se entera el mundo,
de que no eres más que desengaño…