Y llegaste tú,
con tus juicios y remilgos,
con tus opiniones y sabiduría…
altivo, a medir mis heridas…
Y te presentaste así…
con la pluma escondida,
y el alma escocida…
a contarme, a mí,
cómo me han de injuriar tus espinas…
Y así me abordaste,
con tu ofrenda amarga e indolente,
vacía de elogio, pero llena de caídas,
repleta de vagas y huecas mentiras…
Y no recordaste,
que hubo parte del pasado,
que cruzó nuestros caminos,
y que más pronto que tarde,
inmediatos,
asomarán nuestros sinos…
Nunca enjuicies,
y a quien juzgue tu camino,
préstale tus zapatos…
tus piedras y tu sed de peregrino…
para que comprenda que nadie,
ha de decidir tu destino…