Y creíste que no caerías,
que eras fuerte como un roble,
que eras inmune como un noble,
sabio y eterno cuan rapaz.
Y despreciaste a los que más te querían,
que eran tu cuna y retoño,
y ahora tu tontuna y carroño,
y donde solo encontraste la paz.
Olvidaste a quien te mecía,
con los más tiernos abrazos abiertos,
los que te cobijaron en tus pasados inciertos,
en los que te sentías de nuevo capaz.
Noble roble,
cuna y retoño,
cobijo y coloño,
medita este otoño,
y descubrirás,
que esos taimados consejos
más pronto que tarde te perderán.
Mírame a los ojos,
ahora escondidos bajo esos gélidos hielos,
que un día te cegarán.