No estás sola,
aunque la ciega voz de la inocencia,
intente aislar tu demencia,
tú ríe y reza.
Aunque, cuando abras la puerta del desafío,
te sientas sombría y llena de escalofrío,
tú sonríe y aveza.
Porque no estás sola, bella flor,
nunca estarás sola.
Te llevamos dentro de nuestro corazón y trapío,
en esta pequeña rosa colmada de rocío,
que siempre será tu navío.
Tu Señor te acompaña y vela.
Tu ángel cada día se cuela,
en el umbral de la siempre añorada vera.
Mi tierna y siempre, dulce vela.